jueves, 29 de noviembre de 2012

Tarantela


Camino y silbo una tarantela. Los niños puestos en penitencia por hablar no pueden ni pensar en entrar cantando. Lo notaría en sus maleables rostros. ¡Señor Rimbombante! ¡Señor Rimbombante! Aquel pelirrojo, el del chicle de frambuesa, sí... ese mismo....acabo de percibir como un gusanillo, un diminuto hilo de poesía sobresalía por su oído izquierdo.

Mi mente aún es libre y camino y silbo una tarantela. Salto pecas, pequeñas bufandas, bailo trenzas y brillos. Aún no han logrado entrar, no han encontrado el resquicio. Subido en el tiovivo, hago muecas a mi futuro. Me columpio en aires alborotados e ignoro la boca del lobo, le arranco un diente. Hago volteretas entre libros y le cuento chistes a mi vientre.

Me subo en mi mismo y cabalgo, cabalgo, en una tarantela. Siento cada uno de los desquiciantes y eléctricos tonos. Tonos. Todo es tono. El viento se ha llevado mi cabello. Sigo cabalgando a toda prisa y a toda pausa. Todavía escapo a las garras que me amenazan, alzo las manos, nadie las muerde.

A mi lado, han alcanzado a otro. Es complicado de percibir, sin embargo lo siento como certeza. Salgo a correr pasillo a través. No sé hacía dónde dirigir mis pasos, tampoco lo sabía ayer, subido en una gran guinda de cumpleaños. La gran guinda de cumpleaños, mareantemente enorme, rojísima. Mole que no aplasta, juega a mi favor... A babor.

Piernas de alambre, soy un niño de piernas de alambre y mis sueños, como una tarantela, se pliegan sobre sí mismos, tímidos a veces, con la furia de la oronda guinda roja en otras tantas ocasiones. Vivo, como una tarantela.

No hay comentarios: