A pesar de mi nula creencia religiosa y mi escaso gusto por esas iluminadas fiestas, este pasado diciembre me vi enfrascada en un proyecto un tanto peculiar: participar en un belén viviente gigante, una representación bastante famosa en Sevilla (por lo menos en Los Remedios) que tiene como nombre "Sucedió en Belén" (para saber una pizca más pincha aquí).
Mi labor no fue otra que, ataviada de túnica, ¿manto? para tapar el pelo y un poco natural maquillaje, hacer las veces de narradora de una representación del nacimiento de Jesús muy completa y trabajada, de unos 20 minutos por función. La teoría era que, junto a otro narrador y un par de críos que hacían como que nos escuchaban sentados a un fuego, fueramos narrando lo que iba sucediendo a los espectadores; cuando esto ocurriese, la cabañita donde íbamos a estar los cuatro se iluminaría para que se nos viera bien desde las gradas.
En la práctica, la preocupación por hacer bien el papel se esfumaba y los dos narradores nos convertíamos en unas improvisadas niñeras, desviviéndonos para que los críos a nuestro cargo no la liaran (o que, por lo menos, no se notase).
Más allá del Palacio de Herodes había aun más "territorio belenístico": la montaña de los pastores. Todo ello en un polideportivo.
Me tocó ser narradora dos días consecutivos: en el primero dos niñas de culo inquieto nos pusieron a prueba: era complicado conseguir que no dieran voces durante la representación, que no hicieran lo que les diera la gana cuando los focos nos alumbraban... Pero el segundo día fue el que ha motivado esta entrada: esta vez solo había una niña (una diferente) porque no sé qué coño le había pasado a la otra. Como los nombres dan igual me los voy a inventar.Nuria: enana de 7 años, resabida, madura y cabezota. Ramón: el narrador, chavalito de bachillerato. Nuria no dio mucho por culo, al estar sola no tenía nadie de su edad con quien entretenerse así que a lo que se dedicó fue a prohibir la entrada a la cabaña al resto de niños como buena marimandona y a quererse subir solo a las rodillas de Ramón, que "no es que no quisiera estar conmigo pero que prefería estar con él".
Lo fuera de lo común vino justo al empezar la última representación: Nuria le dije algo al oído a Ramón segundos antes de que le tocara actuar, éste se empieza a descojonar en medio de la obra y justo cuando las luces nos enfocan. Al rato me lo cuenta: Nuria le había dicho que quería que se intercambiaran los teléfonos, que le quería conocer mejor. No pude evitarlo y empecé a reírme yo también. La niña, que con sus siete añitos había tenido "cojones" y lo había dicho totalmente en serio, se nos cabreó y con razón. Vino corriendo hacía mi y no me dejo de abrazar durante el resto de función,sentada, esta vez si, sobre mis rodillas, pasando de Ramón con una sangre fría impresionante.
Con mucha paciencia y mano izquierda conseguimos convencerla de que Ramón no podía dejar a su novia por ella y al final se salió con la suya e intercambiaron teléfonos. Por lo visto Ramón le llamó el día de reyes o eso me dijo que haría. Tiempo al tiempo, pero Nuria dentro de otros siete añitos es la reina del mambo...
Aunque en las fotos no se aprecia del todo, el belén era tremendamente grande. Arriba pone "portal" que no se ve del todo bien.
3 comentarios:
¡Jajaja! me encanta esta anécdota, de lo mejor que he leído en blogs; ya quisiera yo tener este atrevimiento con los chicos ¡¡qué salada la chiquilla!! :) monísima.
Un saludo.
Pues si señor, con dos cojones!!!!!
ole, ole y ole!!!
La cría tiene más peligro que un mono con dos pistolas... Lo dicho, más quisiéramos muchos tener su arrojo y, por qué no, su poca (poquísima) vergüenza.
Publicar un comentario