jueves, 27 de septiembre de 2007

Avenida de América

Cuentacuentos 30

Segunda Parte de Cruz del Rayo


Como anunciaba la voz masculina del megáfono, la normalidad no tardó en volver de su pequeña escapada. Las vías soportaban otra vez el peso del tren en movimiento y los rostros de alivio de los pasajeros se intercalaban con otros de impaciencia tras comprobar que el tiempo no había imitado el frenazo de la máquina. En la cabina, el conductor entremezclaba palabras con los técnicos de la estación que al parecer desconocían la causa del parón.

Sus ojos se habían pegado como lapas a la mirada de él, que seguía sonriendo.

Poco después, la voz volvió a escucharse, y más de la mitad del vagón se agolpó en torno a la salida, cortando así el magnetismo que les unía. Llegaban a una de las estaciones más transitadas de toda la red, una estación que se llevaría de un zarpazo a gran parte de las fichas y colocaría otras muy parecidas en su lugar.

No era la parada de ninguno de los dos pero ella se levantó como un resorte, no quería perderle de vista. Hizo bien porque él ya se había levantado y tenía intención de bajarse. ¿Y ahora qué se supone que haces? Te queda una parada... si es que realmente vas a clase... Se abrieron las puertas y el chico desapareció entre la multitud. El vagón de ella estaba mucho más lleno y cuando consiguió salir se encontró con una marea de ojos cansados que parecían gritar está aquí, le tenemos pero no te lo vamos a dar.

Molesta consigo misma por haber confundido un espejismo con un sentimiento tan intenso, movió sus pies con desgana hasta llegar al banco más cercano, donde esperaría al siguiente tren. En apenas cuarto de hora su mano correría un maratón de apuntes y su memoria habría medio sepultado aquella mañana tan extraña. Todo había sido producto de la confusión del momento, del cansancio acumulado, nadie le había ni siquiera rozado... se dijo.

Volvía a estar sola en la estación. Miró a la pantalla: tenía cuatro minutos hasta que llegara el tren. Cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared.

-Hola...

-Hey... hola... ¿Me escuchas? -insistió.

La voz salía tan nítida de su cabeza que ni siquiera se molestó en abrir los ojos para contestar:

-¿Quién me habla?

-Aquí abajo... no te asustes...

Abrió los ojos. Al principio no vio a nadie pero no había lugar para la duda... volvía a sentir aquel magnetismo...

Desde la vía, con los antebrazos apoyados sobre la superficie del andén como si de una piscina se tratase, él le sonreía, esta vez de una forma deliciosamente pícara.

-¿Qué... qué haces ahí abajo? ¡Sube enseguida... el tren... ! –le dijo ella con los ojos inundados de pánico.

-Tranquila, no me va a pasar nada... - contestó él tras guiñarle un ojo.

-¿Pero qué dices?¿Te has vuelto loco? Te ayudo, date prisa... - se acercó y le tendió la mano... pero él tiró con más fuerza y consiguió hacerla caer.

-Ya te tengo... - era muy ágil y había logrado cogerla antes de que cayera al duro y gris suelo junto a las vías, lleno de colillas y humedad- Mírame un momento,¿vale? No te vas a llevar ni un rasguño, al tren le quedan dos minutos para pasar...

Y entonces, con la chica en brazos, se adentró corriendo hacía la oscuridad del túnel. Ella intentó impedirlo pero él la agarraba con tanta fuerza que le resultó imposible.

Una luz se dejaba ver a lo lejos. Había quedado quieta pero pronto volvería a avanzar en su dirección y justo cuando comenzaba a hacerlo, el chico giró bruscamente a la izquierda.

-Ya estamos a salvo... ya te dije que no te iba a pasar nada, cielo.

No podía pronunciar palabra, estaba demasiado confundida, solo podía sentir miedo...

-Espera un momento aquí, preciosa – y la dejó tumbada sobre un raído y viejo sofá que al parecer el chico habría logrado transportar hasta allí. Se comportaba con una normalidad pasmosa, como si en vez de en las profundidades del metro de Madrid, estuviera en su piso sacando unas cervezas de la nevera, mientras ella le esperaba en el salón encendiendo el DVD y subiéndose un poco la falda.

Él volvió enseguida con una linterna antigua, que enseguida encendió. La luz iluminó su rostro y ella comprobó con horror que no era el chico del vagón, no era su compañero de clase... pero se le parecía tanto...

-Este es mi hogar encanto ¿qué te parece? ¿te gusta? –se acercó un poco a ella que asustada se alejó de su lado- Lo sé, le quedan unos cuantos retoques, pero no puedo permitirme otra cosa. Llevo aquí meses, nadie me ha descubierto... salvo tú preciosa...

Se trataba de un habitáculo de unos treinta metros cuadrados, lleno de cajas por todos lados. Las cajas, el sofá y al fondo lo que parecía una pequeña máquina tuneladora. Olía a podrido y a humedad. Ni una cucaracha hubiera considerado aquello un hogar.

Volvió a intentarlo, esta vez fue bastante más directo y acarició suavemente el muslo de la chica. Ella pegó un respingo.

-Nena, tranquila, no te asustes...

No iba a quedarse más con aquel loco... y sin pensárselo dos veces salió corriendo; él no se lo impidió...

-Muy mal, preciosa, muy mal... has cometido un tremendo error...

Instantes después la luz se apoderó del túnel.




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dios la cogió el tren!!!! Que fuerte me parece!!!

Ha estado genial miniña!! Yo aquí con toda la tensión del mundo y no me esperaba este final para nada...

Que fuerte!!

Besitos!!

wannea dijo...

la cogio el tren???? joder tia, y yo que creia que iba a ser una bonita historia de amor correspondido.... pero que miedo das!!!!! jajajajaja bessos!!!

PD: me considero fica de tetris jiji :P

Laura Luna dijo...

Yo también pensaba que iba a ser una bonita historia de amor, pero ha acabado como una de terror :S :S :S

Hala, esta noche no duermo XD

Pero el cuento me ha encantado^^

Un besote,
Mun

Queralt dijo...

¡Llegué! Tarde, pero he llegado... uffffffffffff... habrás pensado que pasaba de tí, ¡lo siento! No he podido venir antes. Bueno, en realidad sí había venido pero no pude dejarte comentario así que, tenía que volver, claro. Te había dejado para el final justo porque teníamos esta especie de complicidad, vamos a llamarlo así, aunque para mi es mucho más porque es el resultado de un ruego amistoso que has sabido, podido y querido atender... ¡qué bien! Gracias compañera.
Bueno, no sé por dónde empezar.
La segunda parte era necesaria, ¿lo has comprobado tú misma? ¡Te lo dije! Pero no, ¡no, no y no! No me conformo con que te la cargues para acabar con el compromiso al que te he "empujado" jejjejejejeje, ¡se siente! jejejjeje
La historia tiene mucho tomate, compañera así que, ¡tienes que seguir! Es tan fluída, tan clara y definida, tan interesante y está tan bien contada que no nos puedes dejar así. Pero es que, además, la historia tiene vida, ¿no lo ves? Te pide que sigas, que la cuentes, que la dejes vivir...
Estás sometida a lo que has creado y no puedes mirar para otro lado. Y lo siento pero me ha salido un pareado... jejejjeje
Estoy contenta y no sé muy bien por qué pues, en realidad estoy inquieta ante la frase de esta semana que, como todos los domingos por la noche la tengo escrita aquí delante apoyada en el monitor para que me inspire... pero esta semana lo tengo chungo, ¡vaya frasecita que tenemos! jejejeje, bueno, algo saldrá.
Retomando lo que te decía: ahora más que nunca, tienes que seguir escribiendo y sobre este tema no voy a hablar más (como decía Forrest Gamp). Hasta que lea el siguiente capítulo, claro.
Gracias por tu comentario sobre mi cuentito de esta semana. En realidad es un tema que me llega muy hondo. Uno de mis sueños dorados en esta vida es ir a una reserva india y ver lo más cerca posible lo que debió ser su vida doméstica y cotidiana, aunque esto, lamentablemente, es ya muy difícil porque todo está muy comercializado y montan los espectáculos para el turísmo. Sin embargo, no seré yo quien los critique por ello pues todos tenemos derecho a prosperar y a tener sueños y esperanzas. Ojalá lo hubieran podido hacer desde que los tienen en esos guetos llamados reservas, pues la mayoría hubiera podido esquivar las tentaciones que los yanquis les pusieron en forma de alcohol y drogas. Supongo, claro está, para que se aniquilaran ellos mismos y estuvieran calladitos. ¡Los defensores de la PAZ! ¡Ahí andan!
Tengo cientos de fotos y voy turnándolas para ponerlas como fondo de escritorio.
Bueno, creo que no me olvido nada. Ya te he dicho todo lo que quería decirte.
Porfa, porfa, porfa... ¿vas a seguir con la historia? ¿Sí? ¿Sí? ¿Sí? Anda... porfa... guapi... ¿sí?

Montones de cerezas y chocolate calentito.

Queralt.